domingo, 5 de diciembre de 2010

INSOSTENIBILIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS. EL DEBATE QUE NO CONVIENE HACER


Delimitar el tema es lo primero en este tipo de temas abstractos, haciéndolo yo de la siguiente forma: 1. Conceptualmente y 2. Esencialmente.

Conceptualmente podemos decir que son aquellas libertades, facultades, prerrogativas, instituciones o reivindicaciones relativas a bienes primarios o básicos (derechos subjetivos) que incluyen a toda persona, por el simple hecho de su condición humana, para la garantía de una vida digna. Son independientes de factores particulares y externos o internos como el estatus, sexo, etnia o nacionalidad; y son independientes o no dependen exclusivamente del ordenamiento jurídico vigente.

Esencialmente tendríamos que analizar si es exacto, académicamente, darlos por asumidos para reflexionar sobre ellos, pues esto es determinante en todo tema filosófico. Y digo esto en el contexto que los derechos humanos es un tema propio y tan sólo abarcable en el plano de la filosofía del derecho, hacer otro análisis sería una inconsistencia grotesca para el tema y la doctrina involucrada (no obstante, se puede abarcar el tema desde otras disciplinas pero tan sólo de forma accesoria).

Entonces teniendo en consideración esto, saltará a la vista a la más mínima indagación que el tema de derechos humanos es un tema totalmente desequilibrado y voluble, por lo que al no estar asumido por las esferas de la academicidad habrá que determinar si es asumible su realidad o no (primero se piensa, luego se existe; y es que lo importante no es desentrañar la solución específica a lo mal nacido, si no volverlo un buen nacido... desentrañar la solución esencial). 

De forma bastante sintética puede decirse que al hacer un análisis de la evolución histórica de los derechos humanos (historia y psicoanálisis es lo mismo; el primero se aplica a la sociedad y el segundo a la persona), una podrá observar que los valores que han estado en subida y bajada son: la libertad y la igualdad; y el centro de estos derechos siempre ha sido una disputa entre: el individuo o la sociedad. En tiempos antiguos la sociedad era lo que imperaba, y su superación constante, el bien común sobre el bien particular; luego en la época media ya se esbozaría las ideas individualistas de felicidad. Posteriormente en épocas renacentistas se forjaría la idea del contrato social que rezaba: “en el estado de naturaleza, todos los hombres son titulares de todos los derechos”, dándose las revoluciones burguesas y la positivación de los derechos humanos (con la revolución estadounidense y la francesa), convirtiéndose el derecho subjetivo en centro del orden jurídico.

Es en este todo este tramo que se consagran los derechos humanos de primera generación, cuyo eje es la libertad y el individuo; y cuando esto genera la convulsión de las grandes masas en el siglo XIX se forjarán los derechos humanos de segunda generación, pues las pésimas condiciones de los obreros por más libertad e individualización que tenían, no les daba dignidad. Culmina este proceso histórico cuando el 10 de diciembre de 1948 se da la Declaración Universal de los Derechos Humanos fue adoptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Después de esta consagración final, al día de hoy; los derechos humanos han perdido toda fundamentación y legitimidad, pues el sistema liberal ha acreditado - con la burla a los derechos humanos económicos, sociales y culturales - que los derechos humanos son sólo relativos, inspirados en el interés de un sector ínfimo de la sociedad y para dar sostenibilidad a la capitalización humana. Si no, analicemos lo que dice Norberto Bobbio: “imposibilidad de encontrar un fundamento absoluto a los derechos humanos”  (Primero, la ausencia de un concepto inequívoco y claro de los mismos; segundo, su variabilidad en el tiempo; tercero, su heterogeneidad; y, cuarto, las antinomias y conflictos que existen entre distintos derechos, como entre los civiles y políticos, por un lado, y los sociales y culturales, por otro). Y, en cualquier caso, para el jurista italiano, el problema básico relativo a los derechos humanos no es su fundamentación, sino su puesta en práctica y protección (lo cual es asumir la realidad sin importar el porqué, es decir no pensar por uno mismo, si no como masa y no cuestionar nuestro momento histórico). Hay que tener en cuenta que la fundamentación de los derechos humanos ha sido y es objeto de gran interés a lo largo del tiempo, y la mayoría considera que es una labor teórica con gran incidencia en la práctica.

Los derechos humanos como bastión más fuerte de la individualización humana y por lo tanto de la destrucción de la vida en comunidad, es lo que predica en otros términos menos sinceros las últimas tendencias de doctrina europea (“...derechos humanos son producto de la afirmación progresiva de la individualidad”). Al respecto, sociológicamente se planteó lo siguiente: Georg Jellinek ha defendido que los derechos humanos estaban directamente dirigidos a permitir el ejercicio de la libertad religiosa; por otra, Karl Marx afirmó que se deben a la pretensión de la burguesía de garantizar el derecho de propiedad (criticó la noción burguesa de derechos humanos, que describió como derechos del individuo egoísta y basados en una concepción abstracta de libertad y emancipación. Para el filósofo alemán, los derechos humanos burgueses eran un conjunto de protecciones legales para la defensa de la clase propietaria de los medios de producción. Marx afirmó que son las condiciones materiales las que determinan el alcance real de los derechos humanos, y que para su realización efectiva es necesario una auténtica emancipación política. Max Weber, en su obra: “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, afirma que existiría una conexión entre la ética individualista en que se basaron los derechos humanos y el surgimiento del capitalismo moderno.

Para finalizar, puede decirse que los derechos humanos es algo que no se puede asumir como necesario para la sociedad y mucho menos como un logro de la humanidad, pues no tiene el suficiente sostén filosófico y como supuesta institución de justicia social simplemente ha demostrado en la historia y en el presente, que representa el interés del sistema por afianzar y justificar a todo nivel su impunidad deshumanizadora. Tal vez, como pocos seres humanos podrán comprenderlo, la acción a priori, antes de pisar el futuro sea, la verdadera emancipación política y cultural de la humanidad.

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